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El Dios en el Jardín


“…




Esta es la casa más vieja de todo el pueblo, la mandó a construir la familia fundadora hace ya más de 100 años, a medida que pasó el tiempo fue creciendo hasta volverse la bestia de pasillos que es hoy. Durante generaciones esa familia fue creciendo en riqueza y se reflejaba en la casa que estaba en constante remodelación… Claro, hubo un momento dónde no alcanzó el espacio para guardar los secretos de la familia, los empleados y el resto del pueblo comenzaron a hablar sobre cosas extrañas pasaban: ruidos sin origen, sombras que se movían en cuartos vacíos, objetos que se transportaban sin que nadie los tocara.

Desde hace mucho se sabía que las familias que venían del viejo continente traían secretos, maldiciones o conocimientos que la mayoría daba por perdido, así que lo que ocurría se mantuvo como un mito popular, un chisme para las familias de alta clase y para los de baja una especie de monstruo al que le huían, era tanto así que llegó un punto en que ningún empleado se quedaba a vivir con la familia.

Aunque lo peor, todos dicen que fue la desaparición del último heredero de la casa. Vivía solo, un ermitaño, todos los demás de su familia habían muerto, tenían generaciones perdiendo la vida de manera extraña o desapareciendo. Por eso muchos dicen que se encerró, para escapar de alguna maldición que los acechaba. Nadie podía perturbarlo, se la pasaba en su estudio bajo llave, tenían que dejarle la comida afuera y a pesar que dejaba los platos limpios dicen que nadie nunca lo vio abrir la puerta para recoger o dejar la comida, como si se evaporara en el aire. Los que tenían el valor de tratar de escuchar lo que ocurría dentro de la habitación solo escuchaban un murmuro lejano, palabras indescifrables, una conversación solitaria que perturbaba a quién la escuchaba.

Después de décadas de encierro un día los murmullos terminaron y la comida no se evaporó. Al principio dejó a los trabajadores perplejos, preocupados… Cuando por fin tuvieron el valor de forzar la puerta esta no estaba asegurada, pero tenían miedo de qué encontrarían al abrirla por completo, al hacerlo sintieron un extraño alivio al no ver a nadie, solo libros y velas, pero solo duró un instante esa paz hasta que cayeron en cuenta que su amo no estaba ahí. En realidad, no estaba en ninguna parte.

Muchas fueron las teorías, que se escapó, que fue a dar un paseo y murió por ahí, que tuvo un accidente, que la maldición lo arrastró de este mundo entero, hasta que seres extraterrestres se lo llevaron. Al principio los empleados esperaron que regresara, él o cualquiera persona de la familia, pero luego de varios meses dejaron de venir de a poco y no por falta de dedicación o pago. Después que el viejo desapareció las cosas extrañas que pasaban en la casa se multiplicaron, se hicieron más violentas, ya nadie podía negar que algo pasaba en la casa, las sombras no solo se movían, sino que hablaban, muebles levitaban y lo peor… A pesar de no haber nadie en el estudio, los murmullos volvieron, pero intensificados. Dicen que era un extraño zumbido sin forma, ininteligible, que nunca se callaba. Como si el viejo siguiera ahí, gritando su mantra sin nunca dormir.

Al final la casa quedó siempre sola, nadie la ha puesto a la venta, por alguna razón el estado no la ha reclamado, no volvieron a prender sus luces, nadie volvió a quitar el polvo o a cuidar los pisos. El tiempo se la fue comiendo hasta lo que es hoy, pero los que viven cerca dicen que a veces pasan aún cosas extrañas, el tímido resplandor en la ventanas, como si hubiese velas prendidas, decoraciones que parecen moverse sitio y lo más extraño de todo es que algunas veces en las noches se siente el vibrar de los murmullos del último heredero, se siente como un viento que cruza la noche y penetra los huesos, como una cascada lejana. Por eso no quedan muchas familias en las proximidades… Y…”

- ¿Te podrías callar? –

La voz tajante de Lois se sintió por toda la atmósfera como un cuchillo, cortando el ambiente que la historia de Neil había creado.

-Entendimos, la casa es vieja, tiene historia y hay leyendas urbanas al respecto, no tienes que ser un narrador de una historia que nadie le interesa-

Dijo Lois que siguió despotricando contra la historia de la casa

-Perdón, pensé que les gustaría un poco de contexto-

Neil terminó su oración con una risa un tanto callada, un tanto ¿Macabra? Sea como fuera, ya no había vuelta atrás, nos encontrábamos en el tercer piso de la antigua mansión, camino al supuesto estudio embrujado. Si había algo de verdad en la historia era la parte en dónde el servicio de la casa se había ido para no volver, el polvo flotaba en el aire, manchas y erosión por la humedad corrían por las paredes, el piso rechinaba con cada paso que dábamos, lo poco que tocaba la tenue luz de la lámpara de kerosén se veía marchito, como si el pasar del tiempo fuese un parásito que se alimentaba de todos los recuerdos ahí dejados.

Era extraño ver tanta opulencia en un lugar abandonado, como si algo alejase a los ladrones, a los sin casa y a los vulgares vándalos. Todo el daño parecía venir solo del tiempo, como si fuese lo único permitido entrar en esa casa, sin embargo, ahí estábamos nosotros, traspasando los límites de sus paredes, no podíamos evitar sentirnos intrusos.

Cada paso que dábamos adentrándonos en la casa nos hacía sentir más pequeños, nos disolvíamos en la oscuridad, adentrándonos en las vísceras de una bestia dormida ¿Dormida? No supimos cuando empezó, pero, después de un rato caminando nos percatamos de como algo había cambiado en la atmósfera, al principio fue una molestia, como un mosquito en verano, pero cuando nos dimos cuenta de lo que era todos paramos en seco, pude sentir como un escalofrío en mi espalda. Pudo haber sido un susurro del viento, una corriente de aire, pero el sonido no cesó, un siseo continuo, lúgubre.
Neil Se volteó a nosotros y acercó la lámpara de kerosén a su rostro, estaba pálido, pero sonriendo, su mano temblaba nunca sabré si habrá sido miedo o excitación, volteé a ver a Lois, su rostro había perdida su dureza, sus ojos se abrieron como platos, su boca dibujaba una expresión de terror. Me di cuenta que mis piernas temblaban, mi corazón palpitaba tan duro que podía sentirlo en mi garganta.

-Estamos cerca, vamos-

Dijo Neil, que dándonos la espalda comenzó a perseguir aquel sonido espectral. Lois y yo lo seguimos reluctantes, cada paso nos acercaba más a ese murmullo, cada paso lo hacía sonar más como la voz de una persona, alguien cansado y sin aliento. Caminamos por los oscuros pasillos que cernían sobre nosotros como gargantas demoniacas a las que nos adentrábamos. Fueron varios los minutos que duramos navegando aquella mansión en busca de nuestra sirena.

Después de perseguir aquel murmullo por fin dimos con una puerta de madera, el sonido fluía de algo que venía detrás. Era surreal lo que pasaba, la puerta se sentía como un portal al mundo de los sueños, no tenía sentido aquel sonido.

Neil colocó su mano en el picaporte, lentamente lo giró, mecanismos que tenían décadas sin activarse sonaron como martillos que hicieron vibrar el aire. Mi corazón estaba que se me salía del pecho, Lois tenía el cuerpo tenso, como un resorte listo para saltar. La puerta lentamente se abrió. Una oscuridad reinaba en el interior de la habitación, una brisa fría salió, como si todo el sonido fuese liberado en un solo momento, el fuego de la lámpara serpenteó bruscamente y cuando se calmó, todo lo demás lo siguió. Ya no había murmullo, ni vibraciones ni corrientes. No había nada, solo una habitación vacía en la que la tenue luz se fue colando.

Entramos lentamente, dudando cada paso. El interior tenía algo extraño, pero no supimos qué era. El estudio era una habitación no más grande que un dormitorio, con un gran escritorio pegado a la pared, grandes bibliotecas llenas de libros, documentos y tomos regados por el piso, abiertos a mitad de lectura. El aire se sentía limpio, fresco, las maderas brillaban casi de manera espectral. Ahí fue caí en cuenta, la habitación no tenía ni un ápice de polvo, ni en las alfombras, ni los libros, ni siquiera en el enorme ventanal que daba a un jardín interno de la mansión, tan prístino que si no fuese por nuestros reflejos no parecería existir.

-Alguien más ha estado aquí… Recientemente…-

Balbuceé a mis compañeros, ambos me miraron absortos en las implicaciones de mi realización. Neil movió la lámpara por la habitación, pero no había nadie excepto nosotros, por un instante dudé si nosotros de verdad estábamos ahí. Seguimos explorando la habitación, los libros abiertos eran diarios escritos en otras lenguas al igual que los documentos regados por el piso, sin embargo, una sola hoja de pergamino escrito en una tinta que se notaba fresca por lo brillante, puesta sobre el escritorio podía leerse:

“Gracias por venir a ver al Dios del Jardín”

De manera casi instintiva los tres volteamos hacia el ventanal. Lentamente caminamos hacia él y Neil levantó la lámpara. La luz de la luna fluía hacia el enorme y descuidado jardín, malezas habían comido los arreglos y el orden se había perdido, pero entre las hierbas todavía podían verse remantes de la opulencia de antaño, esculturas y fuentes, majestuosas siluetas bañadas de azul y plata, mientras pequeños brillos titilaban entre el negro follaje… Pero en el medio, justo enfrente de nosotros algo no brillaba, como si un pedazo del mismo espacio faltara, un vacío que rompía con la escena en dónde ninguna luz podría reposar. Era una figura alta, una sombra tan palpable que hasta podías sentir el frio que de seguro emanaba de su existencia.

El murmullo había vuelto y estábamos seguros ahora de dónde provenía. Retrocedí, me volteé para escapar, pero la puerta ya no existía. Neil y Lois se movían en círculos por la habitación buscando una manera de escapar, pero no había salida, salvo por la ventana, no había comunicación con el exterior.

Nos dirigimos de nuevo a la ventana, la figura ya no se encontraba, no sabíamos si sentir paz u horrorizarnos al respecto. Lois agarró un tomo, muy pesado de alguna biblioteca, ¿Quizás alguna enciclopedia? Y la lazó directo contra el vidrio, pero el libro rebotó como si hubiese dado con una pared.

Allí estábamos, solos, encerrados y con la incertidumbre que la existencia de esa sombra nos produjo. Me lamenté el haber querido explorar aquella mansión de las que todos parecían huir, que todos querían derribar, pero que alguna fuerza misteriosa siempre protegía. Neil parecía estar perdiendo la cabeza, buscando entre los libros y manuscritos, como si los libros tuviesen alguna llave o pudiesen abrir un portal para sacarnos de ahí, aunque de nuevo, una puerta había desaparecido junto frente a nuestras narices, quizás él ya había aceptado el absurdo como si estuviésemos en un sueño. Mientras Lois se había puesto a llorar, no sabía como consolarla, no sabía si tenía sentido intentarlo, la coherencia había abandonado la mansión o quizás nunca estuvo aquí en primer lugar. Mientras, yo solo me disponía a sentirme vacío y desorientado, como si en realidad no estuviese ahí, espectador en primera persona de un sueño que había tomado un mal rumbo, expectante, solo podía sentirme ridículo.

Continuación

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