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El Regalo

Mi vida comenzó en la oscuridad de las alcantarillas, recordatorio perenne de mi calidad como desecho humano. Entre parias y delincuentes crecí. Cada día era más oscuro, el suelo cada vez me abrazaba más fuerte, levantarme era una lucha constante. Con mi apariencia raquítica asustaba a cualquiera que había sido bendecido con nacer en la luz de la calidez familiar. Su rechazo solo alimentó mi odio, me burlaba de sus tradiciones y sus ropas, los llamaba ignorantes por no saber las realidades de mi mundo, por ser tan débiles antes los horrores de mi existencia. Ahora reconozco cuanta envidia les tenía, el calor de las emociones, del contacto, del apoyo, el dulce sonido de las risas, el poder experimentar algo tan ajeno a mí, alegría. No sabría que edad tendría cuando la conocí, mi cuerpo aún era frágil pero ya no era un niño. Su cabello era largo y castaño, manaba como cataratas a los lados de su rostro blanco que, como la luna en su apogeo, parecía emitir un brillo de ensueño. Su
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El Dios en el Jardín - II

El tiempo pasaba como una niebla por mi mente, no tenía dirección ni sentido. Vacío, caía en una espiral de confusión. Aturdido, repetía todos los eventos mientras miraba perdidamente la pared por dónde se supone habíamos entrado. Estaba en un estado de letargo ¿Dónde había comenzando la locura? ¿Dónde había acabado la realidad? El llanto de Lois me molestaba, se había completamente entregado a la desesperanza, acurrucada en un rincón, su rostro tapado entre sus brazos, su cuerpo daba espasmos cada vez que respiraba. Sentí lástima, vergüenza. Un fuerte ruido me ancló de nuevo a ¿Mi realidad? Neil, golpeaba frenéticamente el ventanal. Llamaba con gritos a la sombra que habíamos presenciado. Sus ojos brillaban con ira. Como pude me reincorporé, lentamente crucé la habitación hacia el ventanal y sujeté a Neil. —       Detente, relájate, piensa ¿Es esto real? ¿Es cualquiera de nosotros real? Es un sueño, no sé si tuyo, mío o hasta de Lois, pero lo que está pasando no puede ser re

El Dios en el Jardín

“… Esta es la casa más vieja de todo el pueblo, la mandó a construir la familia fundadora hace ya más de 100 años, a medida que pasó el tiempo fue creciendo hasta volverse la bestia de pasillos que es hoy. Durante generaciones esa familia fue creciendo en riqueza y se reflejaba en la casa que estaba en constante remodelación… Claro, hubo un momento dónde no alcanzó el espacio para guardar los secretos de la familia, los empleados y el resto del pueblo comenzaron a hablar sobre cosas extrañas pasaban: ruidos sin origen, sombras que se movían en cuartos vacíos, objetos que se transportaban sin que nadie los tocara. Desde hace mucho se sabía que las familias que venían del viejo continente traían secretos, maldiciones o conocimientos que la mayoría daba por perdido, así que lo que ocurría se mantuvo como un mito popular, un chisme para las familias de alta clase y para los de baja una especie de monstruo al que le huían, era tanto así que llegó un punto en que ningún emple

Paciente N°

Un ensordecedor golpe me despertó.  Mi corazón estaba acelerado, mi cuerpo bañado en sudor. ¿Qué hacía arrodillada frente a una puerta de metal? Miré a mi extraño entorno, una sencilla habitación blanca, con un catre de metal y una pequeña ventana por la que la luz del sol se filtraba, pálida y fría. Sentí el frio subir por mis pies, estaba descalza. Mi ropa, unos andrajos grises que apenas me cubrían, salpicados de manchas rojas, negras y tinto. Examinando mi bata noté cómo mis manos se encontraban cubiertas de lo mismo, guantes viscosos de algo que quería negar, pero el olor a hierro destrozaba cualquier mentira que se me ocurría. En mi estómago se despertó una bestia sin nombre, subió por mi columna como un rayo frio y errático, se manifestó en mis ojos con lágrimas y en mi garganta como un grito. Con el pánico que me llenaba comencé a golpear frenéticamente la puerta, gritaba por ayuda. Minutos pasaron, la inmaculada puerta fue quedando marcada con la sangre que cubría mi

El Túnel: La Soledad Errante de Juan Pablo Castel

El Túnel es una novela corta, con escasos personajes y casi ninguna ambientación, sin embargo, es capaz de comunicar todo un mundo de ideas y sentimientos que transforman la experiencia de leerla en un viaje que te sumerge de lleno en las pasiones y delirios del personaje principal, Juan Pablo Castel, podemos desde la primera persona sentir la oscuridad del Túnel en el que se encuentra. Ernesto Sábato, autor de la novela, la produjo desde el punto de vista de Juan Pablo. Inmerso desde la perspectiva del personaje, vemos como se desenvuelve un manuscrito dónde decide contar a las masas el porqué decidió asesinar a María Iribarne. Confeso como asesino y exponiéndose como humano arranca contando las situaciones desde el momento desde que conoció a María hasta el momento en que decide entregarse a la policía. Todo esto con la esperanza de conseguir un editor que publique su obra con la esperanza de que al menos una persona que lo lea sea capaz de entenderlo. Con un lenguaje un po

La Pitonisa

El sonido de los tambores se mezclaba con el de mi corazón que latía tan fuerte que podía sentirlo golpeando en mis oídos, en mi vientre un vacío lleno de ansiedad y un escalofrío llegaba hasta la punta de mis dedos - Camina - la voz severa de mi madre me sacó del trance en el que me había puesto el miedo, pero antes de reaccionar pude sentir como su mano firme me templaba y junto a ella me puse a andar hacia el interior de aquella pequeña tienda. A pesar de estar bien iluminada por decenas de velas, una oscuridad reptaba en los rincones, algo más denso que la noche que existía afuera, sombras que se movían casi más que las flamas mismas, como queriendo extenderse y devorar la luz que las retaba. Arrastrado por mi madre fui llevado al centro de la tienda y junto a ella me senté en el suelo. Tenía miedo. Frente a mí, un bulto cubierto con una tela oscura, cabellos largos y manos arrugadas salían de su capucha, el resto de su figura parecía estar cubierta por la misma oscuridad que