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El Dios en el Jardín - II


El tiempo pasaba como una niebla por mi mente, no tenía dirección ni sentido. Vacío, caía en una espiral de confusión. Aturdido, repetía todos los eventos mientras miraba perdidamente la pared por dónde se supone habíamos entrado. Estaba en un estado de letargo ¿Dónde había comenzando la locura? ¿Dónde había acabado la realidad? El llanto de Lois me molestaba, se había completamente entregado a la desesperanza, acurrucada en un rincón, su rostro tapado entre sus brazos, su cuerpo daba espasmos cada vez que respiraba. Sentí lástima, vergüenza.

Un fuerte ruido me ancló de nuevo a ¿Mi realidad? Neil, golpeaba frenéticamente el ventanal. Llamaba con gritos a la sombra que habíamos presenciado. Sus ojos brillaban con ira. Como pude me reincorporé, lentamente crucé la habitación hacia el ventanal y sujeté a Neil.

      Detente, relájate, piensa ¿Es esto real? ¿Es cualquiera de nosotros real? Es un sueño, no sé si tuyo, mío o hasta de Lois, pero lo que está pasando no puede ser real — Neil me miró extrañado, como si hablara en otro idioma.
      Tienes… tienes razón— Contestó después de unos segundos con la mirada perdida, luego añadió — Es un sueño, así que solamente tenemos que esperar a que despertemos.

Miró de nuevo el jardín a través del ventanal, su brillo era casi sobrenatural y a estas alturas quizás lo fuese, solo una construcción onírica, un anhelo de belleza fuera de este mundo. Neil se alejó del ventanal y se apoyó contra el escritorio.

      ¿Sabes? Pensaba que eso allá afuera vendría a hacernos daño, ya hasta estaba listo para atacarlo con este abrecartas —Dijo en un tono jovial, como si estuviese avergonzado de haber sentido la necesidad de defender su vida hace unos momentos atrás, sin embargo, si voz se volvió fría, distante— Pero… ¿Y si lo uso para despertar?

Su mano se encerró sobre el pequeño puñal, demasiado afilado para tener décadas de uso. Sentí como el aire se volvía tenso y él estaba listo para cortarlo, retrocedí un poco, Lois seguía absorta en su miseria y sus lamentos volvían el ambiente más irritante. Él se percató de mi incomodidad, siempre fue una persona demasiado perceptiva.

      No, tranquilo, solo… apuñálame, los traumas fuertes siempre despiertan
Cogió el abrecartas por el filo y me lo ofreció, no podía entender lo que pasaba, si era un sueño debería ser el mío ¿Acaso realmente era yo una fantasía de la mente de Neil? Dubitativo me acerqué al mango, la ansiedad me bañaba “Quizás, quizás el trauma de clavarle un puñal me despierte” pensé ¿Era mío?

Neil se levantó del escritorio y vino hacía mí, instintivamente retrocedí.

      Tranquilo, solo agárralo —Se dirigió hacía mí y agarrándome de la mano me hizo sostener el puñal— Tú puedes, solo afinca. Capaz solo el dolor hará que despierte
      No lo sé Neil, no me gusta esto, nada de esto.
      Pero tu mismo lo has dicho, no puede ser real, no lo es

Su cuerpo se acercó más al mío, sus manos sostenían las mías sobre el puñal que intentaban zafarse de su agarre. Temblaba, la luz que entraba por el inmenso ventanal hacía que su cuerpo proyectara una inmensa sombra que me cubría. Intentaba forcejear, pero él se acercaba más y más, me empujaba hacía él. Podía sentir su respiración agitada, la tensión de sus músculos cuando me jalaba. En sus ojos había miedo, ira, resignación. Gritaba que me calmara, que lo hiciera, yo me negaba.

Entre gritos y tirones un quiebre calló la habitación. Milésimas de segundo antes pude sentir la resistencia de su ropa, de su piel y hasta de algo que pudo haber sido su hueso, luego, ya no más, todo mezclado en un solo movimiento, demasiado rápido para procesarlo y aún así sentía cada capa que atravesé repitiéndose en mi cuerpo, grabándose en mi memoria.  En los ojos de Neil solo había asombro, poco a poco se fueron vaciando de cualquier cosa mientras todavía me sujetaba a él. Algo debió haber visto, su mirada se relajó, sus manos me soltaron y como un árbol recién talado cayó de un tumbo que hizo resonar la habitación.

Miré a Lois, en silencio, su cara la mostraba aterrada. Indiferente a los eventos que acaban de ocurrir solo pudo presenciar como mis manos se iban contra Neil. Era como si ya no tuviese más lamentos, pero pobre, debió de haber tenido más. Neil ya no estaba, pero nosotros seguíamos aquí. Por un instante me calmé, entonces sí era mi sueño porque la otra posibilidad era solamente una ridiculez.

      Por… por qué —Me preguntó Lois entre jadeos, cansada de haber llorado hasta casi perder los ojos.
      Él pensaba que era un sueño, suyo, quería despertar… Pero no lo era, así que debe ser, mío.

La mirada de Lois era de confusión pura. ¿Cómo podía ser un sueño de cualquiera de ellos si ella era la que estaba experimentando eso? Seguro eso era lo que estaba pensando o a lo mejor no estaba pensando nada y su confusión era solo una fantasía más dentro de mi viaje onírico.

      Esto no es un sueño Oliver… esto es real y ahora, es peor. —Su voz sonaba molesta, como si hubiese cometido un error, la miré hastiado, de ella y de todo.
      Lois, reacciona. ¿Algo ha tenido sentido desde que entramos?
      Pero…
      Pero nada, nada de lo que está pasando puede ser real, las mansiones embrujadas no son reales, las sombras no solamente caminan por ahí, el aire no produce murmullos de la nada ¡Las malditas puertas no desaparecen sólo porque sí!

Se quedó callada. Me miraba inquisidora.

      Al final, este sueño es mío y cuando despierte ya no podrás mirarme así.
Ella iba a decir algo, pero no le di oportunidad, me abalancé sobre ella, ya no tenía sentido seguir aparentando, dejarla hablar solo retardaría mi despertar. Si solo quedaba yo, eventualmente tendría que pasar algo que me sacara de ahí ¿Así eran los sueños no? Mis manos se cerraron sobre su garganta. El cuello se le manchaba con la sangre de Neil que cubrían mis manos, pegajosas, bermellón.

Así debió haberse sentido él conmigo, dominándome. Lois se retorcía bajo mi cuerpo. Sus manos raspaban la cara, las manos. Trataba de alejarme, pero era imposible. Sus ojos se pusieron rojos, su cara palideció, como si fuese una escultura de mármol perteneciente al jardín. Hubiese hecho una escultura hermosa “El tormento” podría haberse llamado, con sus ojos llorosos, llenos de pánico. Con su boca tratando de jalar aire. Cada segundo se prolongaba como una eternidad, pero más rápido de lo que esperé su cuerpo dejó de pelear.

Me quedé varios momentos ahí, sobre su cuerpo, con miedo de soltarla. Ahora tendría que despertar. Una brisa fría azotó la habitación, el ventanal se encontraba abierto. Caminé lentamente hacia él. Trozos de vidrio crujían bajo mis pies. Quizás remanentes de cuando lancé aquel libro. No, esa fue Lois. Pasé por el cuerpo de Neil, inmóvil. Me sentí tentado a terminar de contar la historia de la casa, pero me costaba ¿Recordarla? Claro, era Neil quién se la sabía.

Me senté en el rellano del ventanal roto, dándole la espalda al jardín, frente a mi la puerta abierta y bajo el umbral la misma sombra. Ya no tenía miedo, ya solo me tocaba despertar.

Por alguna razón mi pecho no paraba de sangrar.

Como un buzo, me tiré por la ventana, hacia el vacío desde aquél tercer piso. Solo sentí un pequeño golpe y un tirón y en silencio me fui a despertar. 

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